martes, 24 de julio de 2012

Vacaciones en familia: introducción

Querida amigas;

Muchas de vosotras se disponen a vacacionar por primera vez en familia y como es natural, están llenas de dudas. No se preocupen más.

Mis tres años de madre me avalan lo suficiente para que me permita darles unos buenísimos consejos para que sus días de asueto tan esperados y merecidos no se conviertan en la pesadilla que a buen seguro va a ser si no me leen a tiempo.

Madres primerizas: yo sé que ustedes se imaginan en una playa idílica, descansando, bronceando sus cuerpos al sol y todo en calma y bajo control mientras toman un bonito paseo en el que meditan sobre su vida, más o menos así:

Linda estampa, verdad?.

Pues despierten del ensueño y asuman su realidad o van a sufrir lo indecible. Y no porque su maromo no sea Picasso, ni usted la amante de turno, tan elegante y bien accesorizada. No.

Usted, amiga, es madre primeriza. Y los accesorios que le tocan son estos:


El abuelo es opcional así como la segunda niña, pero como ustedes son una pandilla de inconscientes, lo más probable es que esto sea su futuro. Lo sé. Es duro. Un panorama aterrador, incluso. Pero es lo que hay y cuanto antes se acepte, menos lágrimas derramarán cuando se vean en la orilla del mar rodeadas de cosas de colores imposibles y mal combinados y preguntándose qué demonios hacen allí.

Para echar más candela al fuego, me permito recordarles que el fruto de sus entrañas es pequeño. Muy. Y probablemente no camine aún. Esto significa que hay que transportarle. ¿Han pensado en el carro?, ja¡. El carro es un instrumento del diablo que sólo sirve para cargar las toneladas de cosas que deben acarrear hasta la playa y que se atascará en la arena con una obstinación propia de un pollino extremeño.

Así que deberá elegir. Entre una playa con pendiente pronunciada desde la que poder hacer rodar las toallas, capachos, sombrillas, piscina, flotador, aletas, gafas de bucear, bolsa de cambio de pañales, ropa de repuesto, marido cabreado y retoño. O irse sola de vacaciones y abandonar a la familia. 

Si su opción es (porque aún no ha probado las mieles de las primeras vacaciones en familia) obcecarse con continuar todos unidos, prepárese. Porque a los 127 kilos contados de peso que tendrá que trasladar de su coche a la parcelita de arena en la que plantar sus reales, hay que añadir que al señor con el que decidió tener a esa bolita de carne que llora y se queja todo el tiempo, hay que alimentarlos e hidratarlos.

Esto es así si usted se empeña en seguir siendo una familia. 

Y cuando una es madre primeriza reciente, lo que toca es el neverismo. Dícese del arte de meter en una horrenda nevera portátil zumos, aguas, potitos, quesitos, galletas, fruta troceada, purés en termo, tortilla, filetes empanados, gazpacho, cerveza para olvidar ese día y los que vienen, patatas, aceitunas, atún rojo en pieza completa, un ternero vivo y el sushi que sobró de la cena que estaba muy rico.

Que quepa todo, que no se vuelquen los líquidos, que lo frío esté frío (amigas, el hielo es importante) que el niño coma y el marido se contente con lo que hay, eso ya es de profesionales y no se lo voy a exigir por esta vez, que bastante tienen ya con la iniciación.

Como es sumamente difícil acordarse de todo, les recomiendo pidan hora al tatuador de confianza y envíen a su costillo a hacerse la lista en la espalda en arial 12 a tinta negra, por lo menos. Es por el bien de la familia y es un tatu muy práctico que lo menos durante 12 años más le sacas partido.

Bueno, pues ya hemos conseguido hacer un ridículo espantoso acarreando como mulas sudorosas cienes de bultos absurdos de colores estridentes (incluso una que chilla, a la sazón, el hijo de usté). Hemos abierto la sombrilla, colocado las toallas, inflado la piscinita y llenado de agua de mar para que rotoce la criatura, con su zumo en la mano. También hemos puesto a la sombra la nevera de la que hemos extraído una cervecita bien helada que amorosamente le ofrecemos a nuestro amorcito. Él te mira agradecido y cierra los ojos disfrutando del frescor mientras traga a morro de la lata de oferta.

Contempla bien la escena. ¿Todo está en orden?. ¿Todo bien?, ¿sí?.

Pues corre. Corre tanto como puedas y huye de allí como alma que lleva el diablo¡¡¡. 

De nada, amigas.